lunes, 31 de enero de 2011

6-7-8 ¿Periodismo, militancia o pastiche autorreferencial?

Tratándose de 6-7-8 pareciera que la primera opción queda descartada, no así las siguientes. Podría decirse que el programa que produce Diego Gvirtz, dueño de la productora "Pensado Para Televisión", es una mezcla de las otras opciones, o quizás definitivamente es más bien la última. El periodista informa (o al menos eso es lo que debe hacer), el militante real, milita, valga la redundancia, con cierta convicción y seguridad, sin buscar rédito a cambio. Para decirlo de otra manera, quien milita en serio no lo hace a cambio de un sueldo. Ninguna de estas situaciones encaja con el perfil del programa, y del equipo que lo integra.
6-7-8 es novedoso en su formato, y en su contenido, y eso sin dudas es lo más meritorio que tiene. Es ni más ni menos que el programa oficialista por antonomasia, y ninguno de los panelistas que lo conducen lo desmiente; todo lo contrario, defienden de manera obsecuente, pocas veces vista, el accionar del gobierno de turno. En una mesa en forma de semicírculo se desarrolla la reunión. El conductor, en el centro, aparece enfrentado a los panelistas e invitados, y de espaldas al público. Todo transcurre de manera cordial, muy íntima, casi como en una charla de café. Es que 6-7-8 es eso, una conversación entre iguales, entre correligionarios, que emiten un discurso monocorde, proclamado hasta al hartazgo, pero que es necesario repetir todas las veces que haga falta. No hay diferencias, no hay intercambio de ideas, no hay disensos, y ahí es donde se suspende el debate. El enemigo es "otro", "ellos" son una comunidad, muy cerrada en sus ideas, muy ensimismada en sus pensamientos, poco espontáneos y sinceros, claro, no nos olvidemos del rédito. 6-7-8 es el exponente máximo del oficialismo televisivo, y completa la trilogía Gvirtziana junto con "Duro de Domar" y "TVR". Es curioso ver cómo se da en él un femómeno muy estudiado por los antropólogos, y que se da en todas las culturas. Se construye un "nosotros", y un "otros". El "nosotros" está impregnado de un discurso progre, el mismo elaborado por el kirchnerismo, de centro izquierda, si se quiere, antimonopólico y, claro, nacional y popular. Los "otros" son vende patria, gorilas, golpistas, conspiradores, conservadores, lectores del diario Clarín, el campo todo, y alguna señora de Barrio Norte también, ya que estamos. El "otro" no es sólo la oposición, sino todo aquél que profiera alguna crítica al "modelo de nación" del gobierno. Ese "otro", por ello, debe ser fustigado sin miramientos, y allí entra en escena el poder de la edición, del recorte fuera de contexto, del pastiche despiadado, del refrito televisivo en toda su expresión. En cada temática, o eje a tratar, la voz over del locutor habla sobre las imágenes dispuestas a fin de argumentar contra los "otros". Las tapas del monopolio son contrastadas con los paladines del rigor periodístico: "El Argentino", "Tiempo Argentino", "Página 12". Nadie está exento de estos "singulares" análisis, que poco informan, y que muy lejos están de generar una conciencia crítica, actuando más bien como manifiesto o proclama partidaria.
Terminada la exposición de la "noticia", los panelistas elaboran un veredicto de lo exhibido en pantalla junto con los invitados, quienes no son más que funcionarios públicos del oficialismo, o algún que otro actor, sociólogo o economista, defensores del "modelo", claro.
En 6-7-8, el progresismo y la alternatividad son mera apariencia. El discurso -políticamente correcto- antimonopolio no inspira mucha credibilidad cuando alguno de los panelistas, acérrimos defensores del kirchnerismo, fueron empleados del grupo durante muchos años, como es el caso del periodista Orlando Barone, quien trabajó en Clarín , curiosamente, en los años 1976 y 1978, hasta 1981 (léase durante gran parte de la dictadura militar), o el caso del mismo Gvirtz quien también solía trabajar para el monopolio. La pregunta surge de inmediato: ¿qué les ha pasado? ¿recién ahora se dan cuenta que el Grupo Clarín es un multimedio que concentra poder sin límites?. La respuesta surge aún más rápido: no, lo que ocurre es que esto forma parte de la hipocresía que une a todos los seissieteochistas quienes nos dan diariamente lecciones de moralidad, cuando ellos no son lo que dicen ser, o al menos tienen un pasado que los contradice.
6-7-8 se muestra alternativo, pero no hace más que aludir a los grandes medios y hacer de sus agendas un pasticho favorable a su discurso. 6-7-8 se pretende antihegemónico, cuando está construyendo, a su vez, inevitablemente, otra hegemonía, representativa del poder político, en este caso, del gobierno de turno. 6-7-8 no brinda información, no arma sus propias noticias, no investiga, no profundiza, no cumple estrictamente con ninguna de las funciones esenciales del periodismo. Su contenido, como la mayoría de los programas que llenan espacio en las programaciones, hace un culto de la autorreferencialidad. Una vez más es la televisión hablando de sí misma, pero esta vez con un condimento más marcadamente político, y con un objetivo claro: ensalzar al gobierno nacional y popular, defendiéndolo de las injurias de las que es víctima, y devolverles el favor a los acusadores opositores.
6-7-8 goza de la impunidad que le da el espacio en un canal público para decir y hacer a su antojo, en un programa que tiene poco de interés público, y mucho de interés particular, y donde la intolerancia es reina, y la adulación es tanta que empalaga. 6-7-8 pareciera no ser más que un búnker político, instalado en un piso de television. En el año 2008, la Revista Noticias entrevistó a Diego Gvirtz, quien acusaba a Mario Pergolini, por aquél entonces conductor de CQC, de bufón de los Kirchner. En la misma nota señaló: "Seguramente en algún momento compramos algún discurso o pensamiento del Gobierno, pero nos dimos cuenta de que estaban mintiendo y cambiamos. Hicimos catarsis y corregimos. Me hace ruido cuando dicen que quieren redistribuir y tenemos a Moreno apretando a los trabajadores del INDEC para que mientan”. (01.08.2008 - Revista Noticias-Diario Perfil)
Increíble, no?, pero real. A esta altura, nada resulta llamativo. A esta altura debe haber quedado claro que el periodismo no es militancia, y que 6-7-8 no es ninguna de las dos cosas. El dinero y el poder todo lo corrompen, y lo aquí expuesto es una muestra más de ello.

Candela Gomes Diez

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